





Está claro que para el esteta del cine de acción hiperbólico, el plato fuerte de esta quinta entrega de Fast & Furious está en la promesa de que la película contiene lo más parecido a un choque de trenes de mercancías que podemos ver ahora mismo en la gran pantalla: el enfrentamiento entre Vin Diesel y The Rock, dos iconos del cine de acción de la vieja escuela que, despreciando las últimas modas de héroes que parecen encofradores rumanos y que tienen tanta sensibilidad como estilo peleando a altas velocidades (os miro a vosotros, Bonds de última hornada, Bournes y compañía), son más de haber aprendido modales en la Escuela Para Caballeros Cannon Films, y son conscientes de que para asegurarse de que un rival no va a levantarse, lo mejor es tirarle un coche encima y rematarlo con un lanzamisiles. Fiel a ese código estético, Fast & Furious es más rápida y furiosa que nunca, y ya no estamos solo ante una cardiaca sucesión de carreras a velocidades imposibles, sino que aquí los coches vuelan, golpean y hacen kung fu (al estilo de la segunda mejor entrega de la serie, la fabulosa Tokyo Drift).
A primera vista puede parecer que la serie se ha domesticado, y que poco queda de la ambientación reguetonera de las primeras entregas, sustituída por una trama de atracos perfectos (como si de un Ocean's Eleven sobre ruedas, con tatus tribales y camisetas sin mangas se tratase), pero no hay más que contemplar el absolutamente demencial clímax de la película de robo de una caja fuerte para corroborar que esta entrega desea estar a la altura del choque entre las dos moles que encabezan el reparto. Cuando llega el momento del inevitable choque físico entre los dos hiper-asnos, el espectador sensible a la belleza inherente a dos seres grandes como torres atizándose golpes que atraviesan paredes creerá estar ante un remake de King Kong contra Godzilla u otro kaiju eiga similar. Fast & Furious 5 no solo abre un nuevo frente de posibilidades para la serie (para quien quiera entender: destinada a gente que prefiere Burnout a Gran Turismo), sino que deja grabadas a fuego en la retina del espectador algunas de las secuencias de acción más brutales, redondas y mayestáticas del año.(CINE 365).

Hubo un momento en el que ni Paul Walker ni Vin Diesel querían protagonizar más secuelas de A Todo gas, en busca de proyectos diferentes, de mayor entidad. Así, ninguno de los dos protagonizaba la tercera entrega que sólo contaba con un cameo de Diesel. Pero ahora, tanto él como Walker no han conseguido captar el interés del gran público, salvo porque en 2009 se reunieron para Fast & Furious. Aún más rápido, que fue la cuarta de la serie. No les ha quedado más remedio que retomar una vez más a sus personajes en una saga un tanto agotada.
En esta ocasión, el fugitivo Dominic Toretto (Diesel), su hermana Mia (Jordana Brewster) y su pareja, el ex policía Brian O'Conner (Walker) se han refugiado en Brasil. Allí planean robar unos cien millones de dólares a un poderoso empresario corrupto que domina la mafia local. Para ello, reclutarán a valiosos aliados de élite. Mientras, el agente especial Luke Hobbs (Dwayne Johnson) les pisa los talones para enviarles a la cárcel.
Dirige nuevamente Justin Lin, que ya había sido el encargado de las dos anteriores. Como era de esperar, Lin se luce en las persecuciones y secuencias de acción, pero en esta ocasión son un tanto rutinarias y saben a poco, como si ya no hubiera nada que aportar. El realizador se atasca con el ritmo de una historia que a pesar de un pequeño alegato pro-familiar, y de pequeñas reflexiones sobre la justicia, está concebida como sus predecesoras como un entretenimiento muy ligero. El film toma como modelo descaradamente Ocean's Eleven, con su robo-venganza, su equipo de profesionales, y sus toques de humor. Pero se toma demasiado tiempo para desarrollar unos personajes muy tópicos y su metraje acaba resultando excesivo para una entrega que poco aporta a la saga.
Eso sí, agradará a los incondicionales de los coches caros y los ambientes marginales. Repite Tyrese Gibson que aparecía en la segunda parte, y se incorporan Dwayne Johnson y la española Elsa Pataky, como intrépida agente de policía. En cualquier caso los actores de la cinta, tanto veteranos como recién llegados, aunque no desentonan, se limitan a poner caras de tipo duro.(DE CINE 21).

Todo en 'Fast & Furious 5' rinde pleitesía a lo que podríamos considerar como el máximo exponente del que se puede adoptar ya como un género en sí mismo, el cine poligonero -aplíquese la acepción del término que se prefiera-, y que en líneas generales no presenta nada nuevo que no hayamos podido ver en cualquiera de sus títulos precedentes sin que no por ello deje de resultar igualmente entretenida y perfectamente válida, aunque sólo sea por la eficacia con la que su puesta en escena resuelve la papeleta, la falta de prejuicios con la que luce sus no pocos defectos y, por supuesto, por terminar luciendo la que sin duda será una de las escenas de acción más recordadas (y disfrutables) del año. Aunque sólo sea por esta escena, a lo cabe aportar la periódica aportación de diversos picos de desmadre inspirado (como la secuencia del tren), lo cierto es que el precio de la entrada queda bien amortizado. (EL SEPTIMO ARTE).

Más que una película, 'A todo gas'(2001) fue la fundación de una franquicia que ha ido materializando los sueños húmedos de varias subculturas en una sola ficción unificadora: los tuneros, los amantes del reggaeton, los sibaritas del cine de acción macarra, los adictos al gimnasio e incluso los ballardianos (su mezcla de chicas explosivas y carrocería contiene, de alguna manera, el ADN del 'Crash' de David Cronenberg) pueden unir sus manos y disfrutar de un mismo placer culpable. La pelea de gargantúas entre Vin Diesel y Dwayne Johnson, rodada como si de una película de monstruos japonesa se tratase, es la guinda en el pastel de una quinta entrega que parece haber escogido como modelo rector los excesos del Michael Bay de 'Dos policías rebeldes 2'(2003).
Lo que nació como una glorificación de las carreras de coches clandestinas se convirtió, con la irregular cuarta parte, en una saga sobre un singular clan de atracadores. Hay algo de espíritu Ocean’s en esta reunión de antiguos alumnos, quizá demasiado pendiente de inyectar espesor dramático a un argumento con agujeros tan grandes que uno podría conducir un Dodge Charger por ellos. Pero, a la hora de la verdad, la cinta cumple su parte del trato con descargas de acción adrenalínica y, sobre todo, con un The Rock que parece dispuesto a recuperar a todos sus fans.(FOTOGRAMAS).